El 2020 ha sido el año más retante de todo el siglo, hasta ahora. En lo económico, la crisis global coincidió con un momento interesante en la academia: los modelos económicos que conocemos hoy están gastados, y varios de los premios Nobel de Economía (como Stiglitz, Banerjee, Duflo y Romer, por dar un ejemplo) han insistido en la necesidad de reformar muchos de los postulados clásicos de la teoría económica. Principalmente, se busca incluir nuevas variables que, en los modelos que nos rigen, no se tenían en cuenta, o no cobraban tanta relevancia, y también se ha cuestionado mucho para saber cómo integrar otras visiones de disciplinas que sean ajenas a la del economista.
Esta serie de entradas buscan dar luces al lector en algunos temas que van a regir la discusión económica de Colombia y el mundo de aquí en adelante. El ejercicio consiste en explicar, con mis propias palabras, qué nos espera, y dejarlos con la invitación a reflexionar y profundizar en las soluciones que nos ofrecen. Lo anterior hecho en términos simples, velando porque el lector pueda entender lo dicho aquí, sin necesidad de tener un conocimiento económico avanzado, porque, como dicen Banerjee y Duflo en su último libro: “la economía es demasiado importante como para dejársela a los economistas.”
Para esta entrada, la pregunta es: ¿una reforma tributaria implica crecimiento?
Como es bien sabido por todos, las estrictas medidas de cuarentena durante el primer semestre del año generaron un pánico sin precedentes. En ese sentido, hubo dos hechos que muchos recordarán:
El 20 de abril, los precios del futuro del petróleo WTI en Estados Unidos fueron negativos, producto de la sobre oferta del crudo. Lo cuál sonó extraño para muchos, pero si lo piensan, tiene cierta lógica dado que, en ese momento, muchos países del mundo se encontraban en las fases más duras del confinamiento, por lo que la demanda se fue al piso y el precio bajó a tal nivel que el productor de petróleo estaba pagando, literalmente, para no quedarse con el inventario del crudo (la consecuencia detrás de un confinamiento fue la disminución del consumo privado, como lo expliqué en esta entrada, por esos días), y
Los paquetes de ayudas sin precedentes de los países que, en algunos casos, superaban el 15 % del PIB. En Colombia, hay que reconocer que, a pesar de las críticas al paquete de ayudas destinado a mitigar la emergencia económica, fue pequeño en % del PIB, 24 billones de pesos destinados a Ingreso solidario, subsidio a la nómina, y demás medidas, superaron con creces el presupuesto de cinco billones que normalmente se destina para subsidios a los más vulnerables. Algo es algo.
¿Por qué son importantes estos puntos para la economía colombiana? Porque:
Más del 60 % de la economía colombiana es petróleo. Según expertos, el precio del crudo, en el caso más optimista, se va a recuperar a niveles de 70 USD por barril de aquí a 2025, es decir, las bonanzas económicas del 2012 al 2014 no van a regresar, cuando el precio del barril rondaba los 100 USD.
La deuda de Colombia, para este 2021, arranca siendo un 66 % del PIB. Los recursos para palear el gasto del gobierno en la crisis del 2020 tienen la deuda desbordada, y los ingresos del Estado no son suficientes para cubrir este hueco que empezó a crecer de manera descontrolada desde que la bonanza petrolera de la década pasada llegó a su fin. Por ende, el gobierno tiene que salir a buscar más o menos unos 15 billones de pesos si quiere mantenerse a flote. ¿Cómo lo puede hacer? La respuesta es más que obvia, vía reforma tributaria.
En Colombia, se ha vuelto costumbre que cada vez que el hueco de los ingresos y los egresos del Estado se hace más grande, la cura debe ser una reforma tributaria. Esta fórmula se vuelve, en el día a día, más peligrosa para las calificadoras de riesgo, para el tejido empresarial, y para las personas naturales, en donde estas últimas resultan siendo las más afectadas. Como se ve en el gráfico 1, todas las reformas tributarias de la década pasada han buscado tapar, de una u otra manera, el déficit del gobierno.
Gráfico 1
Fuente: elaboración propia con información del MHCP, las líneas rojas corresponden a las reformas tributarias aprobadas en el Congreso, independiente de si fueron sancionadas por el ejecutivo y declaradas exequibles por la Corte Constitucional.
Independiente del nombre de la reforma o del gabinete que la tramite, las reformas tributarias colombianas tienen aspectos estructurales similares:
Exenciones a empresas, condicionadas al fomento del empleo, inversión, entre otras,
Ejemplo: la Ley 2010 de 2019 contempla una deducción del 120 % a empresas que contraten en su planta de personal a personas menores de 28 años,
Ampliación de la base de personas que deben declarar renta y, potencialmente, puedan ser gravadas en un futuro, y,
Mayores impuestos regresivos, que terminan por castigar el ingreso disponible de los hogares más vulnerables.
Ejemplo: la Ley 1819 del 2017 aumentó el IVA del 16 % al 19 %.
Pero, esta fórmula, que el lector a este punto podrá pensar que es una exclusividad de Colombia, obedece a patrones más allá del contexto del país. Todas las fórmulas de crecimiento, incluso las de prestigiosas organizaciones como la OCDE o el FMI, abogan por, palabras más, palabras menos, lo mismo: i) disminuir el gasto público al máximo, a tal punto en que el rol del Estado se limite a corregir las externalidades del mercado (monopolios, contaminación, por mencionar algunas), y, ii) fomentar impuestos bajos que incentiven la creación de empresa y la generación de capital productivo.
Suena lógico, las empresas, generadoras de empleo, al tener mejores condiciones tributarias, son capaces de redistribuir el capital que generan para producir más empleo y más bienes y/o servicios, no sólo en su sector, también a lo largo de toda la cadena de valor. En paralelo, el Estado recauda lo suficiente para corregir las inequidades y garantizar que la provisión de servicios públicos funcione bien, y el mercado, regulado por sus propias fuerzas, actúa libremente y todos ganamos. Es la fórmula le funcionó a Thatcher y a Reagan en el Reino Unido y Estados Unidos, respectivamente, para mantener los ritmos de crecimiento de más del 5 % a los que estaban acostumbrados estos países, ritmos de crecimiento que jamás regresaron.
Estas medidas de recorte de impuestos y gasto público fueron reveladoras en su momento, y se buscaron implementar a lo largo de todo el mundo. Sin embargo, pasados cuarenta años de la aplicación de estas fórmulas, que continúan vigentes a hoy en la mayoría de los países ¿podemos decir que los países realmente crecieron gracias al recorte de impuestos a las empresas? Por el sólo hecho de ver las tasas de crecimiento de Estados Unidos después del rebote de 1984, definitivamente el recorte no trajo el crecimiento que se esperaba. Hubo casos, incluso irónicos, en el que la economía le fue mejor de lo esperado con la aparición de nuevos impuestos a las empresas, como en el caso de Bush padre y Clinton.
Para Colombia, la evidencia sugiere que las reformas tributarias no están concebidas como fórmulas para el fomento del crecimiento. Como lo ilustro en el gráfico 2, parece que las reformas son inclusive una mala señal para la economía. Adicionalmente, ninguna reforma ha tenido una duración que supere, al menos, unos cinco años, para poder analizar si sus efectos a mediano plazo están siendo positivos o no para el país.
Gráfico 2
Fuente: elaboración propia con información del DANE, las líneas rojas corresponden a las reformas tributarias aprobadas en el Congreso, independiente de si fueron sancionadas por el ejecutivo y declaradas exequibles por la Corte Constitucional.
La reforma tributaria que se avecina en el 2021 no parece ser radicalmente diferente a las anteriores. Los distintos gremios, desde ya, están sugiriendo liberar, aún más, las exenciones que las personas naturales tenemos actualmente, como lo son las exenciones en el IVA a los bienes de la canasta familiar y el aumento de la base de personas que empezarían a declarar renta en el país. Esto con miras a quitarle el yugo a las empresas que se están asfixiando con tantos impuestos, según lo dicen los gremios.
Una reforma tributaria nunca dejará de ser impopular, y parece que existen menos combinaciones que puedan funcionar para tapar el hueco fiscal y disminuir la deuda en el país. Considero que aún hay muchas opciones, reducir el tamaño del Estado puede ser una alternativa, como lo ha dicho William Ospina en varios de sus escritos, el Estado colombiano es tan grande y apabullador, y tan pequeño y ensimismado al mismo tiempo. Otra solución acorde debería ser la del fomento a sectores estratégicos que, con los incentivos correctos, podrían jalonar el crecimiento económico del país. Colombia parece tener apuestas claras por hidrocarburos, infraestructura, y en menor medida, el turismo, pero se le escapan muchos otros que han venido creciendo progresivamente como el agro y la tecnología. Esto por mencionar algunas que se me ocurren.
Las reglas fiscales y reformas tributarias que, en el largo plazo, no resultan siendo una fórmula de crecimiento confiable, lo que las convierte en una apuesta que se queda corta en la misión de garantizar bienestar y progreso para las naciones. Y ese es el problema de los modelos económicos clásicos, son formulados según una serie de factores que se creen causalidades estrictas del rumbo de una economía (si recortas impuestos, las empresas van a crecer), y lo peor es que todos hemos caído en ellos. El problema principal es que estos omiten (a veces, de manera intencional) muchos factores y disciplinas que ayudan a predecir el futuro de un país. Nadie esperaba que en 1973 la OPEP impusiera sanciones a la exportación de petróleo a los aliados de Israel. Bush hijo no esperaba que, luego del recordé de impuestos, Al Qaeda protagonizara el atentado del 11-S (en el que la CIA tiene parte de culpa). Y, en definitiva, nadie se esperaba lo que pasó con la pandemia (en donde se irrespetaron todas las reglas fiscales existentes para responderle a la crisis).
Esta reflexión nos debe llevar a una pregunta mayor, ¿es el crecimiento un indicador de que un país está progresando? China crece a ritmos exorbitantes, pero sus practicas económicas son poco éticas, y ni qué decir de la restricción de libertades de sus ciudadanos (basta con ver un capítulo de Black Mirror para imaginárselas). Caso contrario, en Latinoamérica, nadie mira a Bolivia por sus tasas de crecimiento, pero este país, en menos de 10 años, redujo su pobreza extrema a la mitad (gráfico 3). Según Stiglitz, el PIB no es un indicador de crecimiento sostenible de las naciones, y los países deberían tener más opciones para medir su progreso. No hay una fórmula secreta para el crecimiento, los países llevan décadas en su búsqueda, no obstante, aún hay mucho por hacer y muchas soluciones que explorar, arrancando por la disminución de las brechas e inequidades que existen a hoy, es el camino largo, y el que más cuesta, pero de seguro nos puede llevar a mejores resultados, cosa que las formulas clásicas no parece brindarnos después de cuarenta años de implementación.
Gráfico 3
Fuente: ourworldindata.org
Por ahora, se nos viene una reforma tributaria en Colombia que nos va a afectar, y que, en el mediano plazo, probablemente no vaya a tener un efecto duradero, lo más seguro es que en menos de cinco años estemos estrenando otras dos reformas tributarias. Mi invitación al lector es que, desde ya, conviene ir pensando en la siguiente elección, a pesar de la evidente mentira que resultó siendo el postulado de “Más salarios, menos impuestos” ¿seguimos optando por esta? ¿o mejor nos inclinamos frente a la propuesta más progresista? Y como dijo nuestro Gran colombiano: “cuidado con el año 22”
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